Ya nada me sorprende.
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Estampita de San Carlos Divar, vestido de Primera Comunión Judicial, Patrón de los que viven como un cura sin serlo. |
Esta semana hemos visto cómo el Sr. Dívar, (perdón por lo de señor), se queda más a gusto que un arbusto después de haber vivido a cuerpo de rey largos fines de semana en Marbella pagados por todos nosotros. El fiscal no ve que haya nada que investigar, que para eso es el Presidente del Consejo General del Poder Judicial (casi nada) y puede hacer lo que quiera. ¿Quién puede sospechar que veinte viajes en hoteles de lujo y cenas para dos no sean estrictamente laborales? Somos unos malpensados. Los veintiún miembros del Consejo han dejado clara su postura al respecto: cinco han pedido la dimisión de Dívar, frente a siete que han pedido que al que se eche sea al que hizo saltar la liebre por deslealtad (por chivato más bien). Después de esta desvergüenza tampoco me extraña que Gallardón diga que Dívar ha salido reforzado. Tiene razón, ha reforzado la penosa imagen que tiene la ciudadanía de cómo funciona el poder en España.